A ti Laura

 

Laura Recalde Frisón

Caparroso, Navarra, 1971 - Zaragoza, 2008

Universidad de Zaragoza

¿Te acuerdas, Laura, de la primera vez que viniste a mi despacho? Te acompañaba Javier, quien al poco hubo de ausentarse.

Tras haber cursado matemáticas, me explicaste que querías dar nuevos rumbos a tu quehacer profesional, presentándote como especialista en "demostrar propiedades, fuesen útiles o no". En contraprestación te recalqué, también con sorna, que cambiabas de orilla, que estabas cruzando a la margen izquierda del Ebro. No era un día especialmente claro, tampoco lo era aquel despacho, pero a los pocos minutos tu sonrisa lo iluminaba, ¡y de qué manera!, impregnándolo todo.

Creo que esta debe ser la tercera o cuarta vez que te lo confieso: al irte me dije, ¡esta chica tiene ángel! Pero me equivoqué. Tendría que haber musitado "tiene arcángel", o mejor, "tiene querubines y serafines varios".

Ese mismo día te propuse unas lecturas, algunas básicas, otras relativas a cuestiones candentes, en la esfera de lo que con Enrique teníamos entre manos. Pasadas unas semanas volviste a decirme que te propusiera algún problema concreto. No lo dudé. Ya que me lo pedías, te planteé uno de esos oximorónicos en los que la intuición te dice que "la generalización es más sencilla", pero que no habíamos considerado aún en serio. Con esto, me dije satisfecho, "¡tiene para varios meses!" En los días posteriores hablamos en diversas ocasiones, pero apenas un par de semanas después volvías al despacho con un folio, escrito en poco más de su mitad por una sola carilla y una sonrisa que desprendía una luz cegadora: ¿Qué te parece esta demostración? No pude por menos que recordar el gracianesco, "lo bueno, si breve, dos veces bueno". Pero esto no era más que un aperitivo de lo que quedaba por venir.

Por recordar solo una de tus dimensiones profesionales más originales y efectiva, donde sin duda tu liderazgo es indiscutible, me viene a la mente un digamos deporte de raíz intelectual que parece hecho a tu medida: el contraejemplismo. En esencia, cuando alguna propiedad conjeturada "no se deja" demostrar, indefectiblemente te propones, o acudimos a ti, para construir un contraejemplo. No son muchos los que se te han resistido más de un par de días, habiendo tenido que repetirme en muchas ocasiones aquello de "hacer y deshacer, todo es hacer". Normalmente tu presentación de un contraejemplo, acto por definición agridulce, viene acompañada de una suerte de jocosa excusa, "ya que me lo habéis pedido...".

Y de este modo te has ido haciendo imprescindible, hasta ser conocida en nuestros foros internacionales como "la señorita de Zaragoza", siendo el resto del grupo más que protectores, protegidos tuyos. Solo me cabe hacerte un reproche: mostrarnos como fáciles diversas cuestiones en las que la aparente manejabilidad solo se debe a tu previa acción transformadora.

En un claro rasgo de egoísmo - puesto que soy el único que gana - me regodeo sintiéndome a veces un poco padre tuyo, ya que en mi concepto eres insuperable, sobre todo como persona. Como por casualidad, aprovechando estos días de ausencia, hemos hablado sobre ti varios compañeros, perdón, amigos comunes del Departamento, y he aprendido mucho, ¡yo, que creía saber tanto! He constatado que mi desbordante afecto hacia ti solo estaba en la media de una distribución, valga apuntar que de casi nula varianza, algo que idénticamente comparten tus hijos profesionales Jorge y Cristian, también Renato, aunque este es caso aún en gestación.

Todos, todos, todos en el Departamento admiramos:

  • tu inteligencia, la de quien, siendo una brillante matemática, como ingeniera luces excepcionalmente.
  • tu capacidad de lucha ante la adversidad y tu tenacidad, lo que te ha permitido enfrentarte con firmeza a circunstancias vitales muy difíciles, que la mayoría creemos insuperables, no pudiendo dejar de preguntarnos ¿por qué te ha tocado sufrir tanto? Sin duda, esto te ha permitido desarrollar una rara habilidad, la de saber concentrarte en las cosas positivas e importantes de la vida, en las que contribuyen a la felicidad, no solo personal, también la de tu entorno.
  • tu coraje, el de quien con una pierna ortopédica puede subir en Ordesa hasta la Cola de Caballo y bajar por la Senda de los Cazadores, ante la admiración de compañeros y alumnos de muchos países.
  • tu curiosidad insaciable, tu comprensión infinita, tu mesura.
  • tu originalidad, la de quien hace bromas que los demás tardamos en entender, si es que lo logramos.
  • tu alegría, tu dulzura, tu humildad, tu entrañable cercanía, tu hechizante sonrisa, tan frecuente, sincera y contagiosa. No es fácil, pero en estos últimos casi tres lustros que te conocemos, nunca te hemos visto un mal gesto, ni oído de tus labios una mala palabra.

En suma, Laura, que es un placer y un lujo estar y trabajar contigo, pasar el rato, comer juntos, ir al monte... Y nos alegra decirte todo esto, porque siempre estarás viva entre nosotros, "que tenemos que hablar de muchas cosas, compañera del alma, compañera".